miércoles, 16 de enero de 2019

Ante la perspectiva de leer un libro de Slavoj Zizek

Tengo a mano El resto indivisible, acá, al lado de la computadora. Lo estoy demorando porque queiro terminar la lectura de otros ensayos antes. He leído cómo se critica a Zizek. Aunque no leí El resto indivisible, pero sí otros textos, creo que la crítica solo se sostiene desde un lugar elitista, que está en contra de la divulgación. Es un reparo académico y elitista. Hay gente que después de haber creído que entiende a Heiddeger, cree que ha llegado a ese entendimiento sin la ayuda de nadie. Esa gente detesta a los guías que se ofrecen para entenderlo. Yo no soy tan precavido. Prefiero que alguien me guíe. No descarto los originales, porque esa es la finalidad, pero en ocasiones sé que están fuera de mi alcance. Lo mismo ocurre con la música.
El ejemplo más claro que me viene a la mente es W. Benjamin. Su complejidad quizá no sea tan ardua como la de Heiddeger o Hegel (quizá porque no empieza con H), no obstante, para tener una idea clara de sus visiones y su filosofía, no alcanza con leer su teoría sobre la historia o alguno de sus artículos. Escribió tanto y tan fragmentariamente que habría, al menos, que leer todo lo que escribió para tener una percepción global del sustento que le permite escribir, y recién después, ejercer un trabajo de exégesis que merezca cierta atención. Ese trabajo es facilitado por otros (en el caso de Benjamin, muchos). Y, dadas las condiciones temporales de nuestra propia vida, es más conveniente, para conocer otros filósofos u otros escritores, permitir que alguien avezado nos ayude.
Recuerdo una crítica que le hicieron a Leandro Fanzone, por hablar del primer preludio del clave bien temperado. La crítica consistía en denunciar que cualquier libro ( cualquier libro específico que analizara los preludios de Bach o que se dedicara a desentrañar el Clave Bien temperado) nos decía la manera (la circulación de acordes) en que estaba compuesto el primer preludio. Está claro que esa crítica es válida en cierto contexto, si Fanzone quería vender la originalidad o si lo presentaba como una tesis, pero dado que tenía una página de internet, alguien llegaría (yo, en ese caso) y se desayunaría de aspectos de esa composición que antes ignoraba. Despreciar esos favores parece un síntoma de soberbia inaudita. Y quizá imperdonable.
No hay duda que en esto los sistemas comunicativos tienen un papel importante, tanto para pensar el problema, como para menguar las conclusiones que acabo de sacar. Es cierto que Dario Z pasando por todos los canales como un “pensador” y no un “comentador de los enigmas de la filosofía” puede generar desconfianza en quienes se han dedicado al estudio de la filosofía (otro tanto pasa con Pigna), pero también es cierto, que esos estudiosos no tienen ese espacio para hacer que su voz se oiga (lo cual no es más que un argumento ad hominen disfrazado de “coyuntura”, es decir, serían envidiosos, y ese es el aspecto que no me incumbe como argumento) y esa voz es necesaria para que los medios no sean tan lo que son, es decir, alguien con esa preparación -y que no haya sido absorbido completamente por el personaje- puede destrabar momentaneamente la lógica de los medios, al menos su lógica discursivo-verbal, ya que no siempre otras estrategias -zócalos, cortes de comunicación, risas cómplices de entrevistadores, etc.- cosa que sería saludable desde casi todo punto de vista, y especialmente desde el punto de vista de un estudioso de la filosofía, y por otra parte, alguien, paradójicamente, que ha aceptado ese papel, tiene casi la obligación, por la misma lógica de los medios, de ser más o menos original, mínimamente en su presentación, entonces, siempre tendrá algo que decir, porque no puede no tener nada que decir, ya que para eso lo llamaron o lo invitaron. Es un riesgo, es cierto, pero la divulgación, en este caso, es más positiva, incluso como riesgo, en todo sentido, que si estuviera obturada, como quieren los estudiosos que odian a los divulgadores. Resta lo otro y más importante. Suponer que la divulgación funciona y que algunas personas, viendo a ese personaje en televisión, si inclinen a leer o a pensar ciertos problemas, que de otra forma no les habrían interesado.
Otra discusión, porque sus participantes son diferentes y sus pretensiones también, sería el tema de cómo los medios ponen en un mismo plano a divulgadores y supuestos intelectuales, como si para un mismo tema invitaran a discutir a Kovadloff y a Dario Z. Cada uno tiene sus herramientas y sus estrategias por conocer al público al que se dirigen. Kovladoff hablaría con su voz engolada apelando al sentido común con reminiscencias filosóficas de la cordura; Dario Z hablaría con su lenguaje cómplice, hecho de algunas malas palabras insertas no por azar en un discurso sobre otros filósofos de la sinrazón o del ser. Pero la discusión sería en vano, porque hablarían desde lugares distintos, para públicos distintos, que sólo una ficción dice igualar. Digo dice porque no iguala, porque los medios ya han construido esos lugares desde los que habla cada uno y no los van a vencer ellos por sí solos. Aunque después las redes sociales anuncien el “triunfo” de uno de ellos en pequeños spots, la cosa quedará para mirarse el ombligo y ambos habrán caído (y quienes los critiquen también) en el mismo pozo oscuro.

La discusión entre divulgación y (no sé qué poner acá) es falsa, porque uno siempre lee a otro; pero nos gusta, porque nos sentimos especialistas. La especialidad no es otra cosa que un discurso. Tiene menos que ver con una acumulación de saber y de experiencia que con una forma de hablar. 

Aclaración 1: Respecto de Zizek, sólo porque utiliza ejemplos de la cultura popular para hablar de Lacan y de Marx y porque hace videos en que parece estar bajo los efectos de algún estupefaciente, no quiere decir que sea simplemente un divulgador. Para empezar, habría que verlo a Nieztche el día que rodó en medio de la calle y terminó internado. Después, Foucault habla de Freud, Marx y Nietzche, escribió un texto que se ha vuelto un mantra inocente y nadie le critica que sus textos quieran divulgar lo que sea. "Inventó" un método. Ajá. ¿El método reemplaza el saber?¿Un método de conocimiento es un saber en sí mismo? La existencia de la lógica parece decirlo. Los matemáticos te crucificarían frente a esa pregunta. No es un discusión para una nota al pie.

Aclaración 2: Más allá de las cuestiones políticas, Kovadloff se presenta como un intelectual en la televisión. Por supuesto que todos los gobiernos necesitan sus intelectuales. No pretendo dirimir cuáles son mejores (aunque acoto suavemente que los de este gobierno son los peores). Para una persona que escribió El silencio primordial, para una persona que tradujo El libro del desasosiego, tener que decir que la veracidad de los cuadernos está en las consecuencias que causaron, debe de ser, me imagino, vergonzoso. Sin embargo (acá está el tema), Kovadloff, cuando enuncia esa insensatez en un programa de televisión, no siente ninguna discordancia entre su figura, sus estudios, sus escritos, etc.,  y lo que está diciendo. Se ha acomodado redondamente al papel que se espera de él (Cioran decía que Goethe era mediocre por eso). Esto pretende explicar el término "supuesto" antepuesto a la palabra intelectual cuando me refería a él. Pongo un ejemplo contrafáctico para el ejemplo que puse como probatorio (que no sirven para probar nada, pero sí para pensar, ya lo sabían Putnam, Russell y tantos otros). El ejemplo es así. Me desaparece un par de medias que estaban dentro de mi casa. Es un par de medias rojo punzó. No son tres cuartos porque me marcan la piel, pero tampoco son zoquetes. Ya casi ni recuerdo cómo son, pero sé que los perdí. Después de una búsqueda infructuosa que duró unos meses, empiezo a maliciar que alguien me los sacó. Por su color o por su calce, no lo sé, pero alguien, que no tenía ningún derecho a entrar a mi casa, me los sacó. Como no los encuentro en ningún cajón, en ninguna cómoda, ni debajo de la cama, ni entre los zapatos que descansan desparramados en el piso del placard, salgo a la calle y empiezo a los gritos: "Me robaron mis medias rojo punzó". Mis vecinos empiezan a temer que haya ladrones que entren en las casas y roben sus medias o algún artículo más apreciado. Invierten y ponen rejas, sistemas de seguridad, alarmas, perros guardianes. Esto dura unos meses. Para noviembre, el barrio está lleno de rejas, casas con alarmas, gente desconfiada que mira con suspicacia a otra gente vestida según otros cánones. Yo me voy a poner una campera y descubro que un día de lluvia del septiembre pasado, cuando se me habían mojado las medias, me las quité, las metí en el bolsillo y nunca más lo recordé. Yo puedo ser muy desprolijo o tener muchas camperas, eso no viene al caso. La cuestión es que de las consecuencias no se puede probar que mis medias fueron robadas. Kovadloff da por hecho que uno puede no razonar, aunque uno haya estudiado mucho o sea un activo miembro de la Academia Argentina de Letras. Y lo hace muy orondo. 

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