domingo, 16 de abril de 2017

Sobre un libro de Martín Zariello

Suele haber, especialmente en nuestro país, una verdad incuestionable: el fanatismo excluye la palabra. La forma que toma es la siguiente: con ése no se puede hablar. La exlusión de la palabra es lo primero que se entiende en un fanático; y si el fanatismo excluye la palabra, entonces limita el lenguaje; sin lenguaje no hay razonamiento (aunque publicistas y diseñadores gráficos insistan en no aceptarlo); sin razonamiento no hay inteligencia, y sin intelegencia no hay civilización. Un fanático, facilmente, es un bárbaro. Y en nuestro país, como lo han notado muchos, la dicotomía civilización/barbarie parece un atolladero intelectual inevitable, reeditada por los más dispares intereses. Cualquiera aceptaría esta idea. Al menos para empezar. Afortunadamente, existen libros como No bombardeen Barrio Norte, de Martín Zariello, que son la esperanzadora prueba de que esa idea puede ser quebrada. Al margen sus otras virtudes, este es un plus de placer que deja su lectura. 
El autor se declara fanático de Charly García en varias oportunidades a lo largo del libro, pero contrariamente a lo que puede pensarse, ese fanatismo le permite aventurar cuestionamientos, trabajar revisiones y poner en duda tantos otros lugares comunes que los más objetivos no acometerían, y lo puede hacer porque sabe que su vínculo con el artista no se perderá en el proceso. Esto quizá sea una lección sobre la inteligencia misma, puesta en marcha sin vacilaciones, en general, cuando no nos compromete verdaderamente.
El libro que, como plan general o excusa, es un examen de los primeros dos discos solistas de Charly García, plantea la hipótesis de que la obra de García es toda una que se va redefiniendo continuamente (hay un renglón donde nombra a Whitman y el lector cree que ahí nomás va a comparar a García con Whitman, su obra con Hojas de Hierbas, pero nos hace el amague). El final del libro, el efecto que tiene el final del libro, no hace más que probar esa hipótesis. En esto se parece al cuento de Borges "Guayaquil" en el que por una especie de acto de magia asistimos a la famosa y oscura reunión de San Martín y Bolívar, pero en la figura de dos profesores universitarios que se disputan prologar la publicación de unas cartas recientemente encontradas. Pero el final viene después.
Para probar su hipótesis, Zariello recorre exhaustivamente todas las versiones de "Yendo de la cama al living", todas las presentaciones de un tema cualquiera de los dos discos (Yendo de la cama al living y Pubis angelical), las mínimas modificaciones de una letra, desde 1982 hasta las últimas presentaciones de un Charly García hinchado y distinto. Hasta se da el lujo de hacer un análisis certero (certero por la sintaxis; quizá sea imposible de probar, lo que no quita su sabor de verdad) de los sentiemientos de los fans respecto de esa diferencia, del paso de los años, de los cambios estéticos, etc. La excusa de los dos discos permite una visión global de la obra y permite creer en la hipótesis de Zariello.
Que es un fanático que piensa, que maneja el lenguaje lúcidamente, que construye argumentos y los remata con finales muchas veces extraordinarios, no creo que queden dudas, incluso para repensar el fanatismo. No quiero dejar de copiar uno: 
"De hecho con García pasa algo recurrente: quien se queda con los  hits suele creer que el artista no está a la altura de la leyenda (nota al pie). Junto a "Plateado sobre plateado", "No te animás a despegar", "Anhedonia" o "Reloj de plastilina", sin dudas "Canción de 2 por 3" es uno de esos temas que el fan de García esgrime cual as de espadas cuando recibe algún improperio dirigido a la obra de su ídolo. Porque ¿a quién le puede ser indiferente "Canción de 2 por 3"? Incluso si a alguien le es indiferente la conversación finaliza porque ¿a quién le puede interesar compartir tiempo con alguien que niega "Canción de 2 por 3"? Escribiendo esto me doy cuenta de mi fanatismo pero no puedo evitar indignarme con el hipotético y acaso inexistente individuo que no reconoce "Canción de 2 por 3". ¿Qué le pasa? Si hay algo que un fan de Charly García no puede aceptar es la indiferencia de aquellos a los que no les gusta Charly García. Más que nada porque se trata de personas que no escucharon la obra y se quedaron en la superficie: el personaje mediático, los hits, etc. Al borde de la incorrección moral me pasó que muchas veces las personas que conocí y no apreciaban la múscia de Charly García carecían de sensibilidad en general: social, emocional, política, artística, ética. Es decir que soy la clase de enffermo que cree que si a una persona no le gusta Charly García ocurre un evidente efeecto dominó que altera por completo todas las aristas de su vida convirtiéndolo en alguien pero de lo que podría haber sido. Supongo que decir esto en la sociedad actual es fascista, incluso kirchnerista y macrista al mismto tiempo, todo junto y horrible, pero: es lo que pienso. En fin, hay algo en este tema que resume de una manera muy eficaz la genialidad de García" (p.131)
La nota al pie remite a un comentario de Santiago Motorizado sobre la obra de García, elegida sabiamente para desarrollar este razonamiento y quizá entender por qué la música de la banda que lidera. Lo que logra en este caso Zariello es ver el fanatismo como algo casi tierno, naif, ligado a profundos sentimientos sobre las posibilidades de la humanidad. Este es un logro discursivo, que revierte, sin duda, la idea de un fanático que podemos hacernos en un primero momento (especialmente si pensamos en Baby Etchecopar).

El libro, que no es biográfico en un sentido clásico (no sigue una línea temporal ligando el contexto histórico, las experiencias personales del protagonista y las relaciones entre estos y la obra que conocemos), presenta en una serie interminable de idas y vueltas, devaneos y digresiones,  un conjunto de líneas que, a partir de las canciones de los dos discos, ligan el origen y la actualidad del artista. Esto le da la libertad y la oportunidad de hacer ciertos recorridos que no excluyen el contexto cultural, histórico, estético de la obra de Charly García, ni los vaivenes mediáticos, su lugar dentro del rock argentino, su relación con otros artistas, su superación del recinto del rock para acceder al de la cultura argentina de fines del siglo XX y principios del XXI, incluso latinoamericana, su influencia o sus influencias, los cambios de instrumentos a lo largo de su carrera, etc. Todo para concluir que García es un genio, muchas veces premonitorio, pero siempre lúcido sobre su obra y el lugar que podía ocupar dentro del medio en que aparecía, ya sea el final de la dictadura cívico-militar de 1976-1983, un festival en Chile o un programa de Susana Gimenez o la trastienda del concierto de New York Dolls (en el que se agarra a las piñas con el GG Allin argentino). El recorrido aparentemente caprichoso, denuncia una investigación enorme, hecha de lecturas, escuchas y rarezas de youtube que uno quiere ver enseguida.
Si se le puede sumar otra virtud a este libro es la siguiente: uno vuelve a escuchar a Charly García (que seguro es la intención última de Martín Zariello, que todos escuchemos a Charly García), retoma esos discos iniciales y busca los vínculos con los últimos, y recorre los videos que cita en el libro. Esto es una virtud porque no todos los libros que abordan la vida o la producción de un artista tienen ese efecto. Por ejemplo, La orgía perpetua no deja de ser un libro extraordinario, pero nos deja un poco fríos. Y esto no se debe a que Vargas Llosa sea intolerable, porque Nabokov también lo era y sin embargo, sus Lecciones de Literatura Europea nos mueven a leer o releer Madame Bovary; lo mismo ocurre con el delicioso El loro de Flaubert, aunque no sé si Julian Barnes es intolerable. Otro tanto sucede con K, el libro de Calasso sobre Kafka, que nos empuja a releer innumerables cuentos, porque, como Zariello, ha encontrado en puntos muy distantes en el tiempo y la producción, una identidad que nos deja la sensación de que tocamos (o escuchamos) un hombre (como cita a Whitman en el libro en referencia a una conclusión estética de García). Por esa razón el fanatismo del libro es profundamente humano.
La erudición y la enormidad de datos sobre grabaciones y nombres mencionados se vuelve amena por el tono amigable y fresco que logra el autor; tono no exento de humoradas ingeniosas y salidas muchas veces improbables pero no menos convincentes. Esto es algo conocido para quienes frecuentan su blog o han leído sus libros anteriores. Zariello maneja con mucha eficacia la cita y también sabe establecer relaciones insospechadas o sospechadas pero no expresadas tan claramente, entre distintos fenómenos (esta que puede incluso llegar a ser del imaginario colectivo: "Ser sólo cándido es ser parecido a un boludo, ser sólo cínico es ser parecido a un hijo de puta ¿no? p.138; a propósito del carácter del artísta en 1982, que permitiría encuadrar más justamente Yendo de la cama al living) . Estar circusncripto a un solo tema (el inicio de la carrera solista de Charly García) no hace más que darle más fuerza a esa estrategia típica del autor; entonces puede ir de Satie a Borges, de Whitman a Virus, de Pettinato a Hobsbawn, y así, sin ningún problema, ni para él ni para nosotros que leemos placenteramente.

El último capítulo está dedicado al examen de "Inconciente colectivo", la canción social de García por antonomasia, especialmente por dos hechos: es una canción que se eterniza y puede expresar cualquier tipo de opresión,  y es una canción que sabe que puede hacer eso y lo pone en la letra. Ahí está el capítulo del libro que lo explica mucho mejor. Pero además hace algo que me interesa poderosamente, algo que viene haciendo todo el libro. La estrategia de ir de atrás para adelante, de entender la obra de Charly García como una cosa total es una hipótesis y al mismo tiempo un postulado que sostiene el libro; por esa razón el efecto del final es que aun cuando se está hablando de la primera grabación en disco de "Inconciente colectivo" uno siente que se está hablando de toda la carrera de Charly García y que, cuando  finaliza el libro con el útlimo tema, se comprende que Charly García efectivamente, ya en 1982, sabía que en un flashmob  de 2006 haría lo que hizo y que Zariello tiene razón en todo, incluso en la (confesada) cursilería final, que puede hacernos llorar.
La cualidad del fan está intacta; la de ensayista también. No me parece una imprecisión o una hipérbole entender No bombardeen Barrio Norte como un gesto de amor.