viernes, 10 de abril de 2015

Inmigrantes aristotélicos

Anoche, casi en vano, intentaba terminar de leer el cuento "A los perros también", de Hernán Ronsino, que figura en la antología transandina "La última gauchada", mientras una telenovela argentina me interrumpía ininterrumpidamente. En el cuento, una narradora ubicable sin esfuerzo en el interior de la provincia o en el interior a secas (al margen las locaciones), cuenta una historia. Ahora no importa esa historia sino la magia de Ronsino para crear el tono propio de una chica del interior, en base a la elección de algunos verbos, la anteposición de artículos y la mención desganada de costumbres que construyen una vida. Desde el televisor, lo que me interrumpía, era la voz de una mujer (quizá de la misma edad que la del cuento) que también era extranjera en Buenos Aires.  Como no soy tan bueno con los acentos, pudo haber significado el suyo que era oriunda de Paraguay, del Chaco o de Jujuy. Quizá el director y el guionista tampoco eran tan buenos como Ronsino.
La chica de la telenovela argentina era (después me di cuenta) igual a otro personaje de la misma producción, aunque de distinto país limítrofe. Su destino era cómico.  Y también igual a muchos otros inmigrantes que pululan en producciones nacionales, jugando el papel de personal doméstico o escudero de algún personaje principal. (Salvo que sea colombiano; para ellos hay un único papel.) Siempre les toca vivir experiencias inverosímiles que refieren con un lenguaje que las vuelve graciosas o debería hacerlo o eso esperan el guinista y el director (y quizá también el canal).
Hay excepciones, claro. Pero habría que hacer un estudio más minucioso para saber si la excepción se cumplió antes o después de haberse levantado a Pampita. Aunque esta excepción se cumple con un requisito: el sujeto en cuestión es más o menos diestro en imitar el acento argentino (=porteño).

Allá lejos y hace tiempo Aristóteles, con una decidida actitud preceptiva, separó durante siglos las formas de representación de los seres humanos y aseguró que no había otra posibilidad para las accciones indignas de personajes bajos que la comedia. Gracias a Borges, que fue bibliotecario de Umberto Eco, se sabe que las disquisiciones de Aristóteles sobre la comedia se perdieron para siempre. Pero al menos nos quedó la mención de que así debería ser, según su clasificación. La influencia de Aristóteles perdura, se puede pensar, porque a estos pobres personajes, inmigrantes de no muy lejos, claro, siempre les toca el papel secundario de amenizar programaciones importantes.
Esto ni es nuevo ni aclara mucho las cosas. Ni es nuevo, se podría decir, porque lo mismo hizo el teatro con el grotesco, aunque el origen de los inmigrantes era distinto. No me atrevería a asegurar que es lo mismo. En parte, por el público que consume (o consumía) una y otra producción. No aclara mucho las cosas, porque lo interesante sería pensar en dónde está la gracia que se le encuentra. 
En el habla, sin dudas, contesta uno. Como ejemplo se podría alegar una publicidad de hace un año, más o menos, de una empresa de telefonía celular. Tampoco es convincente. Alrededor de los 90, Pablo Cedrón (que también ha hecho de Silvio Astier) inventó a Nelson Carmen Gómez, un sexólogo paraguayo. El personaje fue aceptado por las masas, se podría decir, porque llegó hasta el mediodía argentino a través de Nicolás Repetto (si bien había surgido de Cha Cha Cha). Lo gracioso de este personaje era la manera en que se refería a lo sexual, no sólo la manera lingüística. La manera lingüística era un agregado que aumentaba la gracia. Como venía en un combo quizá la cosa se confundía. O quizá no. Quizá el chiste estaba en ser paraguayo y no en los ejemplos extraños que daba sobre la educación sexual. El chiste estaría en la falta de concordancia de género y el leísmo. Pero esto es difícil, porque un español no nos causa gracia y siempre la pifia con el acusativo y el dativo (Cf. Las alarmas del Dr. Américo Castro). O bien el origen del sexólogo era un capricho que nada tenía que ver con la gracia del personaje o era el motivo principal de la gracia del personaje. Sea lo que sea, lo que vino después apoyó toda la gracia en la nacionalidad de los personajes. Y determinó que la suerte de los inmigrantes en el espectáculo argentino esté dictada por un libro escrito hace 2500 años.